Cierto día un hombre caminaba por el bosque y encontró un polluelo de águila. Al verlo desprotegido decidió llevárselo a su casa y lo puso en un gallinero.
Estando allí, el polluelo aprendió a comer la misma comida que las gallinas y a conducirse como ellas. Un día, un hombre experto en zoología pasó por allí y le preguntó al propietario del gallinero, por qué tenía un águila encerrada en el corral.
Como le he dado la misma comida y siempre ha estado entre las gallinas, nunca ha aprendido a volar, respondió el propietario. Se comporta como ellas, así que ya no es un águila si no una gallina más.
Sin embargo, insistió el zoólogo, es un águila y tiene instinto de volar, y con toda seguridad, se le puede enseñar a hacerlo.
El zoólogo tomó en sus brazos suavemente al águila, y le dijo: Tú perteneces al cielo, no a la tierra, no eres gallina. Abre tus alas y vuela.
Al ver nuestro pasado o el pasado de nuestros padres, pensamos que nuestra vida debe ser de la misma forma, sumergida en aquellas cosas que nos detiene, creyendo que nunca llegaremos a triunfar en la vida. Tomamos las mismas actitudes, el mismo pensamiento de negatividad el cual nos hace recaer en la misma forma de vivir y nos ciega a ver más allá de lo que Dios nos puede llegar a dar. Esa ceguera impide que nuestra fe actúe y el poder de Dios se manifieste en nuestra vida.
Dios como un buen Padre lo que espera de nosotros es que triunfemos en cada área de nuestras vidas. Que nada nos detenga y podamos vivir de la mejor manera cada día. No viviendo con la mirada baja viendo las circunstancias si no viendo al cielo con la fe puesta en Él y llegar mucho más allá de lo que los demás han llegado.
Dejemos que la fe actue y el poder de Dios se manifieste en nuestras vidas.
“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.” 2 Corintios 2:14
"He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. 2 Timoteo 4:7-8"